jueves, 25 de noviembre de 2010
Jornadas Universitarias sobre el entorno del Arroyo Bejarano
El entorno del arroyo Bejarano: un valor rentable y seguro en el que invertir.
Parece inevitable que intentemos determinar de alguna manera el valor de todo, y con demasiada frecuencia se confunda la idea de valor con el concepto valor económico, término que, aún sin tener una definición indiscutible, es de uso general, y no siempre adecuado como referencia. Algo puede ser útil sin tener, en principio, valor económico, ya que éste se puede definir a partir de las materias primas que se han utilizado para su producción, la consideración del coste de producción y la plusvalía generada por la fuerza de trabajo. Sin embargo podemos obtener utilidad, satisfacción, sin que haya medie un proceso económico. La idea de utilidad parte de la capacidad que tiene un bien para satisfacer necesidades o proporcionar bienestar
Por otra parte, se puede considerar el valor económico a partir de la estima en la que las personas tengan a un bien, y de la disposición a realizar un sacrificio para obtenerlo.
La misma definición de bien es confusa, si nos atenemos a que un bien es todo aquello que satisface una necesidad, y a partir de esta idea diferenciamos bienes económicos (aquellos que no se encuentran disponibles en cantidades suficientes para satisfacer toda la necesidad), de bienes libres (aquellos que no son escasos y se encuentran en cantidades superiores a las necesidades que existen de él).
Para decidir que uso se da a los recursos disponibles para producir un bien económico y quien ha de beneficiarse de él, nuestra sociedad confía básicamente en el mercado, institución a través de la cual se fija el precio de intercambio del bien y se decide a quien se asigna el mismo, siendo necesaria la identificación de los derechos de propiedad (derechos sobre el uso, la venta y los ingresos provenientes de un bien o recurso).
Hay perspectivas desde las que es muy difícil hablar en términos económicos de cosas que tienen un valor por encima de otras muchas consideraciones, como si fuera siempre posible extender la racionalidad económica a todo tipo de relaciones. Es el caso de las relaciones con el medio ambiente y el patrimonio arqueológico, histórico y cultural. Dentro de la racionalidad económica se tiende a tratar a los servicios ecosistémicos como si carecieran de valor, como consecuencia de una combinación de existencia de externalidades, bienes públicos y recursos comunes de libre acceso.
Sin embargo, asumimos la generalización del concepto de valor económico a la valoración de todo, interpretando que el objetivo de esta forma de actuar no es conseguir un precio (referencia de valor), sino tener un instrumento de intercambio de lenguaje para distintas disciplinas, en especial para los que toman decisiones públicas que muchas veces no imaginan los beneficios económicos que puede generar un recurso al margen del mercado. Es importante valorar económicamente el medio ambiente para establecer un indicador de su relevancia en el bienestar de la sociedad. Dado que el referente común en las medidas de valor es el dinero, parece que es inevitable utilizarlo como referencia. Pero, ¿qué es lo que da valor al medio ambiente? No es necesario que exista un mercado en el que se revelen preferencias monetarias. Son valores que no se sustentan en ninguna utilización concreta de los bienes y servicios
Adoptando una posición desde la que consideramos que el sistema económico se encuentra acomodado en un sistema más amplio que es la biosfera (frente a otra que consideraría que la naturaleza es una variable más a incluir dentro del sistema más
amplio que es el sistema económico), en el que conviven diferentes categorías de recursos, podemos considerar algunas definiciones particulares relativas a distintas acepciones del término valor:
1. Valor de mercado, o valor de cambio, depende de la utilidad de las mercancías (detrás de categorías como bienestar o utilidad subyace el grado de cobertura de una serie de necesidades, comenzando por las más básicas y urgentes, hasta llegar a lo que podrían considerarse como totalmente superfluas. ¿Qué necesidades prioriza la sociedad?).
2. Valor de uso, hace referencia al carácter instrumental que pueden adquirir los atributos de la naturaleza, y que les hacen ser cosas útiles. En este caso, los cambios en las condiciones (calidad, existencia o accesibilidad) afecta a los usuarios.
3. Valor de opción, sujetos que no están utilizando el bien ambiental tienen abierta la opción de usarlo en el futuro. La desaparición del bien supondría una pérdida de bienestar.
4. Valor de existencia. Disposición de pago que una sociedad está dispuesta a realizar por preservar un recurso el cual nunca verá, es decir, se le otorga un valor por el sólo hecho de existir.
5. Valor de la conservación. Se refiere al valor que una sociedad asigna a la conservación de recursos ambientales.
6. Valor estético. Es el valor de la belleza escénica de un organismo, comunidad, ecosistema o paisaje. El valor lo agrega el ser humano al sistema con base en el disfrute de su belleza.
7. Valor económico total. Es igual al valor de uso más el valor de no uso. El valor de no uso es el valor intrínseco.
Las prestaciones de la bíodiversidad son conocidas como servicios ecosistémicos, y es importante preguntarse cuánto se dejaría de ganar si dejáramos de recibir alguno de estos servicios o se tornara menos eficiente por algún tiempo. La cantidad de capital natural debe mantenerse constante a lo largo del tiempo, y no es posible sustituirlo por capital manufacturado. Cuando se transforma capital natural en capital humano se sacrifican funciones del capital natural (por ejemplo servicios recreativos, depósitos de carbono atmosférico). La pérdida de un espacio como servicio recreativo afecta a las posibilidades de consumo de la sociedad. La pérdida de un depósito de carbono atmosférico afecta a sus posibilidades de inversión.
Podemos utilizar otro concepto económico, inversión, para clasificar las actuaciones (al menos parte de ellas) orientadas a mantener constante la cantidad de capital natural.
En el ámbito empresarial, invertir es apliacar recursos financieros a la creación, renovación, ampliación o mejora de la capacidad operativa de la empresa, suele suponer adquirir bienes concretos durables o instrumentos de producción, denominados bienes de equipo, y que la empresa utilizará durante varios años para cumplir su objeto social. Supone vincular recursos a cambio de la expectativa de obtener unos beneficios a lo largo de un plazo de tiempo. La rentabilidad de una inversión (variable flujo) de un determinado período de tiempo viene dada por la diferencia entre el capital (variable fondo) existente al final y al comienzo de dicho período; diferencia que puede ser positiva o negativa, según que haya habido inversión o desinversión, respectivamente. Para un sistema económico en su conjunto (perspectiva macroeconómica), la inversión se concreta en el aumento de la cantidad de activos productivos como bienes de capital (equipo, estructuras o existencias). Y estamos considerando el capital natural y los servicios del medioambiente como generadores de bienestar. Desde una perspectiva que afecte a la actuación de los poderes públicos a través de sus políticas, consideramos que la inversión va más allá de la rentabilidad empresarial de un proyecto. El objetivo racional y lógico de la inversión, sería incrementar en el futuro los niveles de bienestar de la población, a al menos evitar la pérdida de bienestar. Generalmente, los agentes toman sus decisiones con base en un conjunto de decisión incompleto, que excluye una parte fundamental del valor de los servicios ambientales, y carecen de incentivos para incorporar el impacto ambiental de lo que hacen en función de su decisión. A la hora de analizar la oportunidad o no de realizar una inversión, deberán tenerse en cuenta los rendimientos futuros de la misma, comparándolos con el esfuerzo económico de realizarla. En este caso, a la hora de determinar al rentabilidad, hay que tener en cuenta, además, quienes son los beneficiarios de las distintas opciones y quienes los que soportan el esfuerzo de realizarla. Incrementar el valor social del bien.
Con estas premisas, interpretar adecuadamente el valor del espacio y de todos sus aspectos relevantes es fundamental, ya que toda actuación que suponga una pérdida de dicho valor, sea éste estético, de conservación, de existencia, de opción, de uso,... ha de considerarse entre los costes de la inversión. Existe una divergencia evidente entre lo que es privadamente rentable y lo que es socialmente rentable. Un paso hacia una dirección correcta sería obligar a quien se beneficia del mismo a introducir ese valor en su contabilidad de costes y beneficios, siempre y cuando la decisión sea ecológicamente viable y se pueda asumir socialmente la degradación con pago y no se generen daños irreparables
El coste de oportunidad que supone la reducción del valor del recurso en su conjunto es difícil de calcular en términos económicos, pero no puede dejarse de lado en ningún momento.
El entorno del arroyo Bejarano, es mucho más que un recurso ambiental. Muchas razones ponen, objetivamente, de manifiesto los grandes valores de este espacio de la Sierra tan cercano a Córdoba (esta cercanía es al mismo tiempo que un elemento de valor una amenaza para el mismo). Cercano a la Cuenca del río Guadiato, presenta un estado de conservación aceptable, aunque en proceso de deterioro. Muestra un relieve suave, con algunos desniveles importantes y son característicos los saltos de agua en los cauces de los arroyos configurados por tobas calizas. Se trata de un espacio conocido y frecuentado por los ciudadanos.
Aunque podría ser suficiente decir que es un rico espacio natural de gran belleza en el que encontramos referencias de actividad humana de mucha antigüedad, sin ánimo de hacer un inventario exhaustivo, y tomando como referencia informaciones de diversas fuentes, se pueden enumerar muchas características de esta zona que so suficientemente expresivas de su valor (mediambientales, históricas, arqueológicas y sociales).
Se trata de un ecosistema peculiar único por su belleza y valor ambiental. En el mismo se concentra una particular riqueza biológica, con diversidad de fauna y de flora, y parece ser uno de los espacios de mayor interés ambiental de Sierra Morena. El interés botánico de la zona es alto, conviviendo sauces chopos, mimbres, avellanos, álamos, destacando los alisos y el sauce de Montpellier (incluido en el catálogo de especies protegidas de Andalucía). Se observan especies que permanecen como reliquias de un clima pasado más húmedo. El bosque de galería existente en las riberas de los arroyos, se considera de los mejores conservados de Sierra Morena, y en las zonas adyacentes existe un bosque de quercíneas. La fauna es también rica y variada (gracias a la relativa salud de la que goza el ecosistema): aves (curruca, chochín, ruiseñor, mirlo, zorzal, tórtola, oropéndola, arrendajo, golondrina, chotacabras, carbonero, ánade real, lavandera, ratonero, azor, etc.), mamíferos (zorro, meloncillo, tejón, jabalí...), anfibios, reptiles, insectos, algunos de ellos endemismos ibéricos.
No puede dejar de hacerse una referencia expresa a los peces, cacho y calandino, y la hormiga bejaraniensis, que si bien ya estaban en este lugar, es ahora cuando se descubren y se documentan científicamente. Esta última se trata de una especie no catalogada en ningún manual científico hasta la fecha.
En este espacio tiene un especial protagonismo el agua, aprovechada por el hombre a lo largo de la historia, siendo uno de los escasos cursos de Sierra Morena con agua todo el año. Restos de valor arqueológico e histórico, son una muestra de la constante presencia y actividad humana y referencias visibles de la historia (acueductos, fuentes, molinos, calzadas,...).
Se encuentran allí: el Caño de Escarabita, la nava de la Fuente del Elefante (almunia), la casa del Coronel, restos del acueducto de Valdepuentes, ruinas del cortijo del Bejarano, el primer venero del Bejarano (principio del acueducto de Valdepuentes), ruinas de la fábrica de paños, restos de una calzada romana, minas, molino de mineral del Martinete, de época Califal, molino del Molinillo,...
Se ha utilizado tradicionalmente como zona de recreo, lo que es significativo del valor que le concede parte de la población. Hay que decir que algunas de las actividades que se han desarrollado (y se aún, algunas veces se dan) sonusos no adecuados. (Acampadas, peroles, actitudes poco respetuosas con el lugar -como arrojar basura y abandonar residuos inertes-...).
Es evidente el interés paisajístico (panorámicas del Valle del Guadiato, Alto de las Cabreras,...)
Podríamos intentar valorar en términos económicos todos los valores asociados a las cuestiones anteriores y a partir de ahí considerar la importancia de adoptar decisiones, por quien corresponda, que incorporen esta referencia. Hay un riesgo de descapitalización del entorno del arroyo Bejarano, una degradación de la zona que puede llegar a ser irreversible si no se actúa decididamente. Un síntoma muy evidente es la pérdida de caudal de los arroyos, con causa en la sobreexplotación de aguas
subterráneas en la cabecera del arroyo (Bejarano). Otro es la pérdida de vegetación en la orilla del arroyo, que es invadida por el ganado.
Aquello está peor de lo que estaba hace seis o siete años. Son necesarias actuaciones para recuperar, el arroyo, que está contaminado y seco.
Para detener el proceso y recuperar en la medida de lo posible la pérdida de valor ya experimentada, debe invertirse en la zona.
Lo primero sería poner claramente de manifiesto los riesgos que la amenazan:
1. Importante avance de la urbanización, casi siempre ilegal, vinculada ala cultura de la segunda residencia.
2. Sobreexplotación ganadera, que entre otros efectos, daña a la flora, que ahora tiene menos diversidad y calidad, redundando en la diversidad de la fauna. .
3. Actuaciones (tala, roturaciones,...) con fuerte impacto negativo.
4. Falta de sensibilidad de parte de la población. Relación "especial y extraña" de la población con la Sierra. Escaso conocimiento del lugar, de sus valores y de las consecuencias de las actuaciones o ausencia de las mismas.
5. Dejación y desinterés real de las instituciones.
A continuación deberían adoptarse medidas y actuaciones coherentes con los riesgos enumerados y con el objetivo propuesto (mantener el valor del capital natural y patrimonial del entorno del arroyo Bejarano):
1. Respeto del dominio público hidráulico, impidiendo a rajatabla el acceso del ganado (Supondría que el ganadero tenga que asumir costes de alimentación del ganado -internalizar costes-).
2. Concederle la protección especial que necesita la zona
3. Obligación de hacer respetar la ley y proteger nuestra Sierra
4. Expropiación y uso público.
5. Campañas de sensibilización e información a la sociedad.
Fernando Lara de Vicente - Prof. de Economía Aplicada -UCO 5
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